miércoles, 12 de agosto de 2009

No es momento de sentarse

Fue como la última gota de una lluvia tropical, tan lejana y apagada que no podía concebirse con la grandeza que mereciese, seis meses ha sin engrasar el teclado, mas de 180 días recopilando historias ajenas, robando vidas y fisgando en lo más sagrado. Pobre de aquel que solo puede narrar las experiencias impropias.
Contar una y otra vez aquello maravilloso, lo que experimentamos de la mano, lo que conseguimos sisar al tiempo que pasó implacable, rondando entre tus rizos y mi perilla de cuatro días, esas como diría el poeta "no volverán" pero aquí me veo por el anónimo ciberespacio recolectando la fruta tardía de una cosecha poco aprovechada, una añada excelente que se agrió en las barricas de roble porque no encontré comensales a quien servir.

De vez en cuando se contenta el ladrón de cuentos en beber solo por las tabernas de mala muerte, partícipe de glorias de truhanes y mendigos, y sonríe con aquiscencia a las gracias del borracho, del que no tiene nada que perder y lo perdió, del que tanto tuvo que no supo aprovechar, como un marinero sin barco al que el vino y los años dejaron en tierra huérfano de todo.

Pasaron tantos por aquella avenida, y ni uno se paró a dar los buenos días, con las ganas que tenía de repartir meriendas y saludos, ¿¿¿ Para que tanto sol con el frio que llevo dentro? - se preguntó mientras vaciaba la última ichnusa en el gaznate. ¿¿Para que tanto asfalto con lo lejos que quedas ahora??

Y se fue tarareando un canción que tu conoces, que ya conocías antes de besarlo por primera vez